- Jamás reconocer el compromiso y la contribución sino, por el contrario, estar atento a recriminar y castigar en público la mínima falla, incluso si ésta es sólo aparente. Habrá que recordar que la ciencia de la conducta ha demostrado desde hace varias decenas de años que el castigo es totalmente ineficaz para lograr el aprendizaje pero sumamente efectivo para provocar una inhibición emocional extendida. Un efecto secundario del castigo y la represión es que genera resentimiento, lo cual hará que la gente invierta mucho tiempo laboral y extra-laboral en actividades políticas y de disidencia tales como 1) especular sobre las políticas por venir, 2) evaluar y diseminar rumores y 3) bloquear a la autoridad de manera furtiva y 3) provocar situaciones humorísticas para reducir la tensión.
- Hacer responsable a la gente de los errores de dirección. Para ello habrá que recordar la clásica declaración de Deming respecto a que el 80% de los problemas de calidad tienen su origen en la administración. Al responsabilizar a la gente de aquello sobre lo cual no tiene el control se generan altos grados de estrés y ansiedad, lo cual tiene un efecto debilitante.
- Vulnerar las percepciones de auto-eficacia en la gente y, en última instancia, su auto-estima. Numerosas investigaciones (muchas realizadas por Albert Bandura) señalan que las creencias de la gente respecto a su propia capacidad para realizar algo se relacionan fuertemente con la motivación y persistencia frente a los obstáculos para hacerlo. Si se logra que la gente empiece a dudar de sus capacidades su motivación tenderá a disminuir. Si además se logra que las dudas se generalicen a muchos aspectos de la vida tendrá entonces un efecto en la auto-estima, logrando así una disminución de los niveles de energía no sólo en aspectos aislados del trabajo sino en la generalidad de la existencia. Con empeño es posible generar estados de depresión.
- Imponer metas y agendas a las personas. Peter Senge señala que una visión compartida que es producto de la negociación de visiones personales de los integrantes de la organización genera altas dosis de motivación y compromiso. Por el contrario, la imposición de metas, preferentemente sin consulta ni venta de las mismas, genera falta de entusiasmo; paradójicamente aún cuando las metas resulten en beneficio para las personas.
- Bloquear a las personas la realización de aquellas actividades que tengan un sentido personal. La motivación intrínseca en las personas se da cuando la actividad en sí tiene un significado personal para los individuos. Si se identifican aquellas actividades que resultan de por sí motivadoras y satisfactorias para las personas y se les mueve a áreas o actividades en las que no encuentren sentido, el efecto en la motivación es inmediato.
Desde luego que estas mismas prácticas, que aquí se plantean para ambientes organizacionales, se pueden aplicar en ambientes tales como la familia y el salón de clase. Por ejemplo, resultan excelentes para formar hijos dependientes, desmotivados y sin rumbo propio en la vida.
Cada una de estas prácticas, al igual que la kryptonita, tiene un efecto inmediato en la potenciación de las personas. Sin embargo, habrá que estar muy atentos al antídoto, ante el cual no se puede hacer nada. Si la gente está en un proceso de crecimiento personal que la lleve a ejercer su dominio personal y a mantener su victoria personal, fácilmente puede desvanecer el efecto del liderazgo kryptonita e incluso utilizarlo para resultar más fortalecida.