El modelo de desarrollo surgido con la Revolución Industrial ha sido una trampa. Erich Fromm (1976) señaló hace décadas que la Gran Promesa de que el desarrollo traería bienestar extendido para todos ha fracasado. Los caminos del desarrollo que hemos dicho seguir para superar la pobreza nos han conducido a mayor pobreza y desigualdad. No sólo enormes poblaciones del mundo viven en condiciones de pobreza extrema sino que las poblaciones desarrolladas viven frecuentemente en condiciones de enajenación e infelicidad tales que la Tierra Prometida resulta ser un espejismo. Sostengo que no es la sociedad desarrollada quien salvará a los pobres del mundo sino son los pueblos originarios de la tierra, entre ellos los indígenas de América, quienes podrían salvar al planeta, con sus estilos de vida, formas de convivencia y manera de relacionarse con la naturaleza (Berry y Clarke, 1997).
La universidad ha sido una institución que ha jugado un papel doble frente al sistema-mundo en que hemos vivimos los últimos dos siglos y que ahora hace crisis en forma de calentamiento tanto global como social. La autonomía de la Universidad frente a la esfera política es sólo una ilusión. Las universidades están íntimamente imbricadas en el sistema económico-político-social en que están inmersas (Wallerstein, 1998). Su papel es fundamental en la operación de este sistema y, por lo tanto, su responsabilidad también.
La Universidad ha sido una institución legitimadora del sistema actual y uno de sus mecanismos de reproducción. Por otro lado, desde sus corredores también han surgido voces de crítica que promueven la gestación de un sistema más justo y más viable. Necesitamos que la actividad universitaria en todos sus ámbitos, de la docencia a la investigación, de las ciencias físicas a las sociales y a las humanísticas, aborde el asunto de la sostenibilidad de la vida y del planeta como tema central de estudio.
El trabajo de los investigadores que actualmente abordan la sostenibilidad, citado en el documental “An inconvenient truth” (Guggenheim, 2006), es importante en el sentido de que nos alerta sobre la gravedad de la situación actual y de la urgencia de tomar acción. Sin embargo, los principios éticos de armonía con la naturaleza y responsabilidad con las consecuencias de las propias acciones, que ahora se vuelven imperantes, han estado presentes durante mucho tiempo en varias culturas, particularmente entre los pueblos originarios de muchos lugares del planeta, da América a Asia.
Cuando impartía la clase de “Formación humana y desarrollo social” mis alumnos y yo hacíamos cada uno el cálculo de nuestro impacto global. Ahora que lo vuelvo a hacer me doy cuenta de que, si bien las medidas que hemos tomado en mi familia han llevado a mejorar nuestro desempeño, aún nos comemos más de un planeta. Me queda claro que el tipo de vida que mantengo ahora es posible porque mucha gente me lo está subsidiando: poblaciones que viven en pobreza o que aún no han nacido. Decido redoblar esfuerzos tomando acción personal, generando consciencia, abriendo canales de reflexión y generando el diálogo.
No creo que nuestro rol como docentes sea el de mantener “una actitud ejemplar, ser un modelo de vida e inculcarles a los alumnos los valores con nuestro propio ejemplo personal”. Desde luego que la mejor manera que he encontrado para educar es mediante la congruencia pero conjugada con la reflexión abierta. No valoro los movimientos verticales de educación en los que los maestros buscan “inculcar” algo. Ya decía Carl Rogers (1964) que realmente no es posible enseñarle nada significativo a otra persona. No valoro las actitudes de personas que se ostentan como modelos de virtud imponiendo sus propias normas éticas como universales. No espero que mi movimiento de congruencia genere imitadores, sino que genere reflexiones.
Concluyo que entre los papeles centrales a desempeñar por la universidad frente a las crisis de calentamiento, tanto ecológico como social, están el cuestionar, el promover la reflexión y el establecer el diálogo, como lo está haciendo el curso de “Ética y Responsabilidad Social”.
Referencias:
- Berry, T. y Clarke, T. (1997). Reconciliación con la tierra: la nueva teología ecológica. Santiago, Chile. Ed. Cuatro Vientos.
- Fromm, E. (1976). ¿Tener o ser? México, DF. Fondo de Cultura Económica.
- Guggenheim, D. (2006). An inconvenient truth: a global warning. DVD Documental, Paramouth Classics.
- Rogers, C. (1964). El proceso de convertirse en persona. México, DF. Ed. Paidós.
- Wallerstein, I. (1998). Impensar Las Ciencias Sociales. México, DF. Ed. Siglo XXI.